San Sebastián del Oeste: Crónica de una Aventura Inolvidable
Viajar es descubrir, explorar, conocer y enamorarte de nuevos lugares a través de los sentidos. Muy cerca de Puerto Vallarta, descansa un histórico pueblito minero sobre la Sierra Madre Occidental: San Sebastián del Oeste, uno de esos destinos que seduce a cada uno de sus visitantes. Aventúrate a apreciar su arquitectura distintiva y paisajes naturales a través de tu mirada, escucha con claridad los sonidos de la naturaleza y la profunda calma de los ecos en el absoluto silencio de sus calles empedradas, deleita a tu paladar con auténticas muestras de la siempre exquisita gastronomía serrana jalisciense y el intenso aroma a café de altura, respira el más puro de los aires y siente las historias que guardan los muros de sus casonas, cascos de haciendas o los caminos que recorren sus bosques y cerros.
Nuestro viaje comenzó un sábado a las 8:00am, tomando desde Las Juntas la carretera que va hacia Las Palmas. Pasando esa localidad, seguimos el camino y observamos cómo la vegetación tropical de nuestra región comienza a quedarse atrás para dar paso a un paisaje inherente a la sierra, donde predominan robles, pinos y un clima mucho más fresco. Aproximadamente a una hora de camino, cruzamos el Puente Progreso, una impresionante obra de ingeniería sobre una barranca de 130 metros de profundidad. Un par de minutos después, llegamos al poblado de La Estancia de Landeros para desayunar en uno de los varios restaurantes rústicos que están sobre la carretera, donde degustamos auténtica cocina mexicana acompañada de un exquisito café.
De regreso al camino, continuamos conduciendo durante 15 minutos más sobre la curvilínea y ascendente carretera que lleva hasta este pueblo mágico que se ubica a 1,400 metros sobre el nivel del mar. Pasamos por el arco que da la bienvenida y recorrimos la calle principal, observando la arquitectura local, casonas y construcciones señoriales de colores apegados a la piedra y teja, un recuerdo de la riqueza e importancia que tuvo este lugar durante su época más próspera.
Siglos de Riqueza e Historia
Mientras nos adentrábamos en el pueblo, constatamos la tranquilidad de sus calles hasta llegar a la plaza principal, un sitio de encuentro para habitantes y visitantes que está adornada con un hermoso quiosco de estilo francés. Al recorrerla, observamos sus jardines y construcción hecha a la antigua usanza, rodeada de edificios típicos, letreros con tipografía clásica y portales resguardados por columnas, donde algunos lugareños se reúnen a jugar dominó mientras beben café.
Se trata del centro neurálgico de San Sebastián del Oeste que, ante la ausencia de bullicio, dificulta que imaginemos que ese mismo lugar era la zona más vibrante de un pueblo minero y comercial que llegó a ser habitado por más de 20 mil personas en su época de mayor esplendor (en contraste con los apenas 700 habitantes que tiene actualmente). De hecho, durante la época colonial de entre los siglos XVII y XIX, fue uno de los centros mineros más importantes del país, llegando a concentrar grandes cantidades de riqueza que se refleja en las aún existentes casonas, hoy convertidas en hoteles boutique.
Sin alejarnos demasiado, llegamos al Templo de San Sebastián, cuya construcción data de 1608 y cuenta con portones e interiores de estilo neoclásico. Muy cerca de esta construcción religiosa, se encuentra el Palacio Municipal, otro ejemplo de la histórica arquitectura que aún se mantiene intacta. Paseando por sus estrechas calles, vimos otros edificios singulares que están señalizados con paneles informativos que cuentan su historia e importancia. Entonces llegamos a la Casa Museo Doña Conchita Encarnación, un lugar que cuenta con una colección de objetos cotidianos antiguos que evoca al pasado para conocer a quienes fueron algunas de las familias más acaudaladas del pueblo.
La Bufa: Un Paseo por las Nubes
Antes de dirigirnos a nuestro siguiente destino, recargamos energías en uno de los varios restaurantes que están en las inmediaciones de la plaza y que ofrecen antojitos y platillos mexicanos. Sin caminar mucho, nos dirigimos hacia la oficina de Malibrí Turismo, una agencia de tours local que nos llevaría en camioneta hasta la cima del cerro de La Bufa, ubicado a unos 50 minutos desde el núcleo urbano.
La subida por los caminos de terracería, rodeado de árboles y abrazados por el silencio que solo se rompe con el estruendo del motor, es toda una aventura. Hicimos un desvío hacia Real Alto, un pequeño poblado enclavado en la montaña con casitas de madera y piedra. Su atracción principal es su antiquísimo templo religioso con más de 400 años de historia donde se venera a Nuestra Señora del Rosario. A pesar de su blanca y rústica fachada, en el interior se puede sentir la antigüedad y serenidad que también se respira en el exterior.
De vuelta al camino, llegamos a un parador dominado por una gran antena de telecomunicaciones. Para llegar al mirador, hicimos un poco de senderismo (por lo que te recomendamos utilizar calzado cómodo). Tras unos 10 minutos caminando por el bosque, por fin llegamos a La Bufa, un impresionante lugar ubicado a 2,600 metros sobre el nivel del mar. Desde ahí, se puede observar en todo su esplendor la inmensidad del horizonte y parte de las montañas de la Sierra Madre. Si el día te toca despejado, se puede apreciar claramente desde las alturas a San Sebastián del Oeste, La Estancia de Landeros e incluso, la Bahía de Banderas. Durante nuestro recorrido, el clima estuvo fresco con cielo nublado, pero esto también tiene su encanto: ver las montañas cubiertas por un manto blanco y sentir que estás por encima de todo, es una sensación inexplicable que jamás olvidaremos. Tómate el tiempo para ver, sentir, oler y escuchar todo lo que este paisaje tiene para ofrecer.
Para cuando bajamos al pueblo ya era de noche. Antes de irnos a descansar para afrontar el siguiente día, decidimos ir a la cafetería de la plaza a beber un delicioso café de altura, acompañado por algunas galletas y panes.
De Visita a las Minas y Regreso a Casa
Para aprovechar este día, decidimos levantarnos temprano, desayunar y salir de nuevo a pasear. En lugar de ir al pueblo, nos desviamos hacia las afueras por los caminos donde antiguamente se encontraban las minas. Se trata de un paseo perfecto para respirar aire limpio, sentirte en contacto con la naturaleza y descubrir de dónde salían las riquezas que, hace algunos cientos de años, nutrieron la grandeza de San Sebastián del Oeste. Después de unos 30 minutos de caminata, llegamos a la gruta de acceso a la mina Santa Gertrudis, la de mayor productividad en su tiempo y que estuvo en funcionamiento hasta el siglo XX. Es la única que sigue abierta al público y es posible introducirse unos metros para tomarse la foto del recuerdo.
De regreso al pueblo, son los últimos instantes que pasaremos en este pueblo mágico. Antes de marcharnos, compramos algunos souvenirs como sus deliciosos rompopes de sabores, ponches, rollos de guayabas, panes, galletas, café y raicilla para que nuestros familiares y amigos pudieran tener una probadita de lo que nosotros disfrutamos durante esta inolvidable aventura.
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