Este 15 de noviembre, el Jardín Botánico de Vallarta celebra dos décadas de transformar una ladera en el sur de Puerto Vallarta en uno de los jardines más importantes de Norteamérica. Fundado en 2004 por Robert Price y Jesús Reyes, este santuario natural no solo se ha convertido en uno de los atractivos más queridos por residentes y visitantes, sino también en un referente internacional en conservación, educación ambiental y exhibición de flora nativa.

Hoy, el jardín abarca más de 120 hectáreas de bosques tropicales y ecosistemas ribereños, incluyendo un tramo del Río Los Horcones, cuyas aguas cristalinas alimentan y dan refugio a especies como el ocelote, la nutria de río y la guacamaya verde. Su relevancia ecológica y manejo ejemplar le han valido la más alta distinción otorgada por la organización de Jardines Públicos de Norteamérica, un reconocimiento reservado para instituciones con colecciones excepcionales y estándares de clase mundial.

Uno de sus mayores tesoros es la colección de orquídeas, una muestra vibrante de la diversidad botánica del país que atrae tanto a especialistas como a amantes de la naturaleza. Pero más allá de las plantas (1,200 especies y contando) el Jardín Botánico de Vallarta ha construido una comunidad apasionada por proteger el patrimonio natural de la región.

Durante estos 20 años, la institución ha impulsado proyectos de investigación, programas educativos para niños y adultos, así como estrategias de preservación de flora y fauna nativas, consolidándose como una organización ambiental líder en México. Su misión ha sido clara desde el inicio: estudiar, resguardar y exhibir las plantas de México para inspirar asombro, respeto y conciencia ambiental.

La experiencia de visitarlo es, también, profundamente sensorial. Los senderos rodeados de selva, el constante canto de las aves, el perfume de las orquídeas y el murmullo del río crean una atmósfera única. En su restaurante, con auténtica cocina mexicana, los visitantes disfrutan del paisaje mientras la Sierra Madre se despliega en todo su esplendor.

Este vigésimo aniversario es más que una celebración; es un homenaje al trabajo constante de su equipo, al apoyo de sus miembros y a la conexión que miles de personas han cultivado con este oasis natural. Lo que inició como un sueño compartido, hoy es un jardín botánico de fama mundial y un recordatorio de lo que puede lograrse cuando se protege con pasión lo más valioso: el entorno que nos da vida.